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.—¿Y qué nombre dice que era?—B.Svensson.El hombre que dirigía el club de tiro miró pensativamente a Benny Skacke, y luego dijo:—¿Arminius veintidós? Sí, hay un par o tres que vienen por aquí y tienen una de esas armas.Lo que no sé es exactamente quién.—¿Quizá alguien que vino el miércoles pasado?—No, no, es prácticamente imposible recordar a todo el mundo, pero pregunte a aquel que está tirando allí, que lleva los diez primeros días de vacaciones sin moverse de aquí.Cuando Skacke se dirigía hacia la pista que señalaba el hombre, éste añadió:—Y pregúntele de paso de dónde saca el dinero para comprar tanta munición.Los disparos cesaron un momento para sumar los puntos, y cuando Skacke llegó a donde estaba el hombre, éste pegaba unos papelitos blancos y negros sobre el tablero.—¿Arminius veintidós? —dijo—.Sí, conozco por lo menos a uno, pero no ha venido desde mediados de la semana pasada.Es un buen tirador, por cierto.Si usara una como ésta en vez de…Y el hombre le mostró su pesada Beretta Jetfire automática.—¿Sabe su nombre?—Bertil no sé cuantos… Olsson o Svensson, no lo sé exactamente; sé que trabaja en Kockums.—¿Está seguro?—Sí, una porquería de trabajo; de trapero, creo.—Gracias.¿Cómo puede usted permitirse gastar tanta munición?—Porque es la única afición que tengo —explicó el hombre metiendo otro cargador en su pistola.El encargado del local le dio un papelito con tres nombres.—Éstos son los únicos que recuerdo que tengan una Arminius veintidós.Skacke volvió al coche.Antes de ponerlo en marcha miró la lista: «Tommy Lind, Kenneth Axelsson, Bertil Svensson».La investigación siguió su rutina a partir de aquel momento.Dos horas después de haber preguntado a la policía de Handen, el télex martilleó una larga lista de inquilinos de los edificios de Palmgren.La lista estaba ordenada alfabéticamente, y Martin Beck no tardó en encontrar la línea que buscaba:«Svensson, Bertil Olof Emanuel, desalojado el 15 de septiembre de 1968».—Eso quiere decir, en otras palabras, que lo desahuciaron.Martin Beck buscó el teléfono del despacho de Broberg en Estocolmo.Marcó el número y contestó una mujer, que debía de ser su secretaria.Para asegurarse dijo:—¿Es la señora Moberg?—Sí.Le dijo quién era él.—Sí; ¿en qué puedo servirle?—¿Sabe usted si el director Palmgren había cerrado o interrumpido alguno de sus negocios?—Sí, algo así ocurrió no hace mucho; unos dos años atrás cerró una fábrica que tenía en Solna, si es a eso a lo que se refiere.—¿Qué clase de fábrica?—Era un taller mecánico muy pequeño, que hacía piezas especiales para maquinaria: muelles y cosas así.—¿Por qué lo cerraron?—Porque ya no era rentable.Las industrias que consumían ese tipo de piezas debían de haber modificado su propia maquinaria o la cambiaron por otra, no lo sé.En cualquier caso, la producción ya no tenía la misma salida, y en lugar de reconvertir la fábrica optaron por suspender la fabricación y la vendieron.—¿Y eso pasó hace dos años?—Sí, en otoño del sesenta y siete.Creo que cerró otro negocio parecido unos años antes, pero eso fue mucho antes de entrar yo.Lo otro lo sé porque el director Broberg fue quien llevó el asunto.—¿Y qué ocurrió con los empleados?—Que se tuvieron que marchar.—¿Cuántos eran?—De eso no me acuerdo, pero por aquí están los papeles.Si quiere, los busco.—Si es tan amable… Quisiera tener los nombres de los empleados.—Espere un minuto.Martin Beck esperó y pasaron varios minutos hasta que la mujer regresó.—Perdone, pero no sabía exactamente dónde estaban los papeles.¿Quiere que le dé los nombres?—¿Cuántos son?—Veintiocho.—¿Se fueron todos? ¿No los pudieron meter en alguna de las otras empresas?—No todos fueron despedidos.No, uno no: el capataz se quedó en la empresa como jefe de mantenimiento, pero lo dejó al cabo de seis meses, seguramente porque encontró algo mejor.Martin Beck había sacado papel y lápiz.—De acuerdo.Si es tan amable de leerme los nombres…Mientras ella leía, él iba tomando nota, pero al llegar al noveno nombre levantó el lápiz y dijo:—Alto, repita este último.—Bertil Svensson, administrativo.—¿Dice algo más sobre él?—No, sólo eso.—Gracias, es suficiente.Adiós y gracias por la ayuda.Y se fue en seguida a ver a Mansson.—Aquí está ese nombre otra vez: Bertil Svensson, despedido de una empresa de Palmgren hace dos años, oficinista.Mansson le dio la vuelta al palillo con la lengua.—No —corrigió—: peón.He hablado con el departamento de personal de Kockums.—¿Tienes su dirección?—Sí; vive en Vattenverksvägen.Martin Beck alzó las cejas como si le estuvieran hablando en chino.—Es en Kirseberg…Martin Beck sacudió la cabeza haciendo otra mueca de incomprensión.—¡En Öster!Martin Beck se encogió de hombros, dándose por vencido.—¡Bah, éstos de la capital! —comentó Mansson—.Bueno, pues ahí vive, pero ahora está de vacaciones.Empezó en Kockums en enero de este año.Tiene treinta y siete años.Al parecer, divorciado.Su mujer… —Mansson revolvió entre sus papeles y sacó un papelito con unos garabatos—…Su mujer vive en Estocolmo [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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